15 de agosto, fecha excelsa para todos los que amamos a María, en la cual conmemoramos que Ella por losméritos de su Hijo Jesús, es subida al cielo, también es significativa por la fundación de la ciudad de Arequipa, que nació bajo el manto de María de la Asunción.
Veamos que nos dice el Papa Benedicto XVI con ocasión de esta magna fiesta de la Iglesia:
Cada vez que celebramos la festividad de la Asunción, se nos presenta ante los ojos la grandiosa señal de la que nos habla la primera lectura de este día: una mujer revestida por el Sol, o sea, inmersa en la luz de Dios, que la inhabita porque Ella habita en Él. Hombre y Dios se compenetran y se intercomunican. Los Cielos y la tierra se han fundido. Por debajo de los pies, la Luna, como signo de que lo efímero y mortal ha sido superado, y que la transitoriedad de las cosas ha sido convertida en existencia perdurable. Y la corona de doce estrellas significa salvación, porque las doce estrellas representan la familia nueva de Dios, anticipada por los doce hijos de Jacob y los doce Apóstoles de Jesucristo. En esta fiesta pletórica de esperanza y de alegría comprendemos que Jesucristo no ha querido estar solo a la derecha del Padre, y que con ella se clausura propiamente la nueva Pascua. Jesucristo no se va solo para encontrarse a solas con el Padre, abandonando a su suerte nuestra tierra. Recibiendo a María, inicia para nosotros, los que estamos en la tierra, nuestra propia recepción para que Dios y nuestro mundo se vayan compenetrando, y aparezca una tierra nueva.Por tanto, la enseñanza que se nos da en este día es la siguiente: que el Señor no está solo; que el nacimiento de la tierra nueva, lejos de situarse en el futuro, ha comenzado ya, y que es un germen para cualquiera de los hombres desde el momento en que se da completamente a Dios.
Veamos que nos dice el Papa Benedicto XVI con ocasión de esta magna fiesta de la Iglesia:
Cada vez que celebramos la festividad de la Asunción, se nos presenta ante los ojos la grandiosa señal de la que nos habla la primera lectura de este día: una mujer revestida por el Sol, o sea, inmersa en la luz de Dios, que la inhabita porque Ella habita en Él. Hombre y Dios se compenetran y se intercomunican. Los Cielos y la tierra se han fundido. Por debajo de los pies, la Luna, como signo de que lo efímero y mortal ha sido superado, y que la transitoriedad de las cosas ha sido convertida en existencia perdurable. Y la corona de doce estrellas significa salvación, porque las doce estrellas representan la familia nueva de Dios, anticipada por los doce hijos de Jacob y los doce Apóstoles de Jesucristo. En esta fiesta pletórica de esperanza y de alegría comprendemos que Jesucristo no ha querido estar solo a la derecha del Padre, y que con ella se clausura propiamente la nueva Pascua. Jesucristo no se va solo para encontrarse a solas con el Padre, abandonando a su suerte nuestra tierra. Recibiendo a María, inicia para nosotros, los que estamos en la tierra, nuestra propia recepción para que Dios y nuestro mundo se vayan compenetrando, y aparezca una tierra nueva.Por tanto, la enseñanza que se nos da en este día es la siguiente: que el Señor no está solo; que el nacimiento de la tierra nueva, lejos de situarse en el futuro, ha comenzado ya, y que es un germen para cualquiera de los hombres desde el momento en que se da completamente a Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario